viernes, julio 07, 2006

Cars

El Jefe se quedó con una de las coplas de 'Plan oculto' (2006, Spike Lee): cuando hay rehenes aparece la figura del negociador. El Jefe parece haber incluido entre sus lecturas de cabecera alguno de esos libros que explican cómo cambiar el sombrero que toca nuestra manera de pensar según las circunstancias que nos abruman. Estas facetas las ví cuando a mi invite de "¿Cómo es que 'Cars' la estrenamos en viernes en vez de en jueves como el resto?", mi taquillera favorita me abanicó los tímpanos con "el Jefe ha comentado que para este local es muy gravoso abrir un jueves y que, siendo realistas prácticos y practicantes, vendrá la misma gente en cuatro días que en tres, y lo han entendido porque los números son claros y evidentes".
 

Claro y evidente era que, como pro-Pixar convencido, llevaba un año esperando 'Cars'. Por su parte, mi taquillera favorita ha sintonizado poco, casi nada, con la línea Pixar y de siempre ha mantenido un aire escéptico al visionar sus películas. La sesión de hoy prometía: encuentro en la cumbre (pues acostumbramos a sentarnos en la fila más alta del anfiteatro) de las dos facciones animadas más encontradas.

Mi sexto sentido me avisó: a mi habitual petición de "no me tardes en subir" al despedirme justo de hora por haber apurado nuestra tertulia en torno a la ventanilla, ella me entregó un "sí, sí, en cuanto haga una llamada". Antes que esa confirmación reafirmada, esos dos "sí, sí" en línea afirmativa que no me hicieron el peso, hubiera preferido una negación consecuente, algo así como "no tardaré".

La suerte estaba echada. No había que darle más vueltas porque no conviene perderse el corto que acostumbra a acompañar las películas de Pixar.

En esta ocasión, el corto se titula 'El hombre orquesta' y en pocos minutos expone la cruda y ruda lucha que mantienen dos artistas del entretenimiento por conseguir que el único niño que tienen como público les entregue, a uno y no al otro, la moneda que el peque iba a lanzar a la fuente de los deseos. Para ello no dudan en acosar a la criatura abrumándola con sus competitivas interpretaciones. Evidentemente, se sobreentiende que cualquier parecido con productoras de animación existentes es pura imaginación. Lo que tampoco tiene desperdicio es la reacción del peque cuando su preciada moneda acaba, oh animada imagen, en la alcantarilla. ¡Está visto que en el mundillo de lo infantil el más tonto hace relojes!.

Acabado el corto, la pantalla se queda en negro, aparece una voz de fondo que funde con un flash de imagen y así tres veces hasta que la imagen toma continuidad en la pantalla. Este comienzo, por planteamiento y por tratamiento de las escenas, es más propio de una película de imagen real que de una película de animación. Y cuando aparece la carrera en el circuito... la memoria extrajo a 'Días de trueno' (1990, Toni Scott): forma visual por encima del fondo argumental.

Lo que estaba viendo me creaba conflicto ya que por un lado los coches parecían vivos y por otro se desplazaban rodando en vez de caminando. La animación resultaba tan real que me chocaba estar viendo coches en vez de animalitos o personitas.

Finalmente, subió mi taquillera favorita. Tarde, como me había avisado mi sexto sentido. Ya metidos en la carrera final, mientras no sabía a dónde mirar para no perder detalle y echaba de menos el poder tener a mano un mando a distancia para ir pasando fotograma a fotograma, mi taquillera favorita me preguntó: "¿Te gusta?". Mi "¡Y tanto que sí!" quedó apagado por el rugir de los motores de competición y diluido por su expresión de resignación.

Los créditos de final desencadenaron el éxodo de público hacia la salida, con leves retenciones en las bocas de acceso por parte de quienes se quedaban a ver los fragmentos 'fuera de película' que acompañaban el desfile de créditos. Me llamó la atención la dedicatoria a 'Joe Ranft' que aparece hacia el final con 2005 como fecha del fallecimiento. Mientras mi taquillera favorita bajaba a echar una mano en platea, entendí que tras la dedicatoria podría estar el retraso de cerca de un año en el estreno.

Acabadas las imágenes, los créditos siguieron desfilando para los dos que, diagonalmente ubicados, quedamos en el anfiteatro para ser testigos de la escena de cierre de la película. Las prisas no están sólo circunscritas a los circuitos de carreras.

Ya las luces encendidas y la pantalla en blanco, el cinico (sin acento, que es un atajo de 'cinematográfico') se levantó de su butaca y abandonó el anfiteatro. Por una parte me sorprendió verlo en esta película pero por otra deduje que no era de extrañar porque la película tenía una concepción y una puesta en escena que superaba a muchas de las de imagen real. Mientras tomaba notas para la crónica, de la platea ascendían las voces del personal afanado en el repliegue de los asientos. "Las carreras y para de contar", distinguí entre los comentarios que flotaban en el vacío espacio de la sala. "En carreras lo mejor es Fernando Alonso", completó otra de las voces. "Pensaba que tendría más gracia", oí, identificando perfectamente la voz. "La gracia que tienen las películas es que son rollos, entre cinco o seis", complementó la voz de lo mejor en carreras. "Se han gastado mucho dinero y no tiene carisma", alcancé a distinguir entre los comentarios que ya llegaban apagados por estar bajo el balcón del anfiteatro. "La he encontrado larga...", me llegó apenas audible con lo que no pude enterarme de más.

Una película de dibujo animado, y más Pixar, siempre es para el crío que se lleva dentro pero ocurre que el personaje no siempre está a la escucha, que no es mi caso y más cuando se trata de coches.

Bajaba hacia el vestíbulo de platea cuando se abrió la puerta del servicio de caballeros y apareció el cinico. Se ve que me tiene cierta confianza porque fue más allá del protocolario saludo que certifica un encuentro circunstancialmente temporal y me ofreció en exclusiva su visión de los 'por' de la jugada: "Una película de recuerdos, por los coches de la infancia tan perdida y abandonada como la ruta 66, la ruta de los años 60 que la autopista de la velocidad, o del pelotazo, ha relegado al olvido, por el nombre del protagonista 'Rayo McQueen', en recuerdo a Glenn McQueen, supervisor de animación de Pixar fallecido en 2002 y a quién Pixar ya dedicó 'Buscando a Nemo' (2003, Andrew Stanton y Lee Unkrich) y, principal y significativamente, por estar dedicada a la memoria de Joe Ranft, quien por una de esas fatalidades murió en Agosto de 2005 en un accidente de coche". "Háblame de Joe Ranft", invité y él siguió en pista.

"Joe Ranft trabajó en Disney durante la década de los 80 y se incorporó a Pixar en 1992, trabajando estrechamente con John Lasseter. Según parece, además de animador de personajes fue un animador de personas ya que indujo a Lasseter a dar el paso que llevaría a Pixar a meterse de lleno en el mundo de los largos de animación. Es indudable que su muerte fue una gran pérdida personal para los integrantes de Pixar. Cuesta saber hasta qué punto el año de retraso en el estreno de 'Cars' ha sido consecuencia de la compleja producción o del estado de tristeza del equipo. Lo que sí es comprensible es que Lasseter haya optado por vender la compañía y que Disney estuviera generosamente al quite. Supongo que para alguien como él, no tiene sentido seguir con un proyecto personal con tantos recuerdos. A partir de aquí, lo que sigue es previsible: Pixar seguirá como compañía pero los fundadores tras unos años como directivos en tránsito acabarán retirándose de la actividad. Las consecuencias de un accidente de tráfico van más allá de quienes en él perecen y torpedean al entorno familiar, alcanzan al profesional, distorsionan el empresarial e inciden en el del público en general. Ha sido un duro golpe. Como si la aldea gala se hubiera quedado sin poción mágica, es cuestión de tiempo que el último reducto de resistencia acabe en la órbita del imperio romano. Por de pronto, ya has visto que hay dos canciones en el más puro estilo Disney. Sin embargo, el mundo sigue girando y vendrán nuevos druidas; es cuestión de ser pacientes."

El cinico se despidió pues se le hacía tarde y, otra vez, me entretuve tomando notas, que la memoria no está para mucho trote.

Ya en el vestíbulo de entrada, mientras esperaba a que saliera mi taquillera favorita repasé lo que había visto y oído desde que dos horas antes subí hacia el anfiteatro y concluí lo mismo que uno de los coches en el avance de la película: ¡Carrera!, rodaría 3 km sobre cristales para ver esta película, y el corto y las escenas de homenaje de las películas Pixar reconvertidas a 'Coches' que se incluyen durante los créditos de final.

Al día siguiente, fui a devolver unos libros a la Biblioteca de la población vecina. Por el camino, manos al volante, seguía pensando en la película y justo al salir de la Ronda ví un par de coches que subían para tomar la entrada: era evidente que habían estado en la calle durante la última lluvia de barro y los vehículos, con los parabrisas barridos y las cabezas visibles de sus ocupantes, parecían sacados de una escena de 'Cars'.

Esa noche volví a mi cine preferido, dispuesto a continuar la charla con mi taquillera favorita y a darle un segundo visionado a la película. Nada más llegar, mi taquillera favorita me comentó que durante la tarde había visto de nuevo algunas secuencias de la película y que le habían gustado, de modo que ya lo tenía organizado todo para verla completa, y en calma, al día siguiente. De nuevo, nuestra charla me distrajo de la hora y cuando bajó el Jefe a pasar cuentas me dí cuenta de que ya hacía rato que la película había empezado. Nunca es tarde, así que me despedí hasta después y me subí hacia el anfiteatro.

Esta segunda vez venía dispuesto a diseccionar la película y a dirimir qué partes se podrían quitar para aligerarla de los 120 minutos que según había oído la lastraban perceptiblemente. Tenía la vista censora puesta en la secuencia de la nocturna ruidosa visita a los asustadizos tractores, pero de nuevo, al igual que ayer, esta secuencia desató las risas de los más pequeños de la sala. Realmente el sentido de lo divertido evoluciona y cambia con la edad pero es evidente que los artistas lo mantienen tan intacto como el primer día. Llegados los pasajes musicales, tampoco los consideré prescindibles ya que concentrándose en la imagen desaparecía la cantinela. Dictamen: ya estaba bien como estaba; no había que tocar nada sino dejarlo tal cual. Dos mejor que una o cuantas más veces se ve, más gusta.

Bajé el último, satisfecho del segundo visionado, pues me volví a quedar hasta el final de todo. Esta vez el ambiente en el vestíbulo era distinto de la noche anterior. Mi taquillera favorita estaba en la calle en animada charla con unas conocidas suyas. Enseguida bajó el Jefe y al verme me comentó que la había vuelto a ver y que le había gustado. Iba a decirme algo más cuando apareció el portero y soltó: "Nos quedan tres carreras". El Jefe sonrió dejando ir un "Así pues mañana subimos todos al podium, todos clasificados" y se fue hacia la taquilla a cerrar las luces.

Ya todo el mundo en la calle, las puertas del local cerradas, esperábamos a que mi taquillera favorita terminara su tertulia. El portero, el Jefe y yo hablábamos de las profecías del maligno cuando entre nosotros y el grupo de mi taquillera favorita pasaron, complementadas por ruido de tacones y colgantes, tres jóvenes altivas, no por orgullo sino por erguidas (la más baja de ellas paseó sus pendientes de aro por delante de mi frente) que dejaron tras de sí una estela de silencio en nuestro grupo de seguros clasificados para mañana antes de desaparecer doblando la esquina. Nuestro repentino silencio nos delató (fue todo tan repentino y fugaz que no me fijé con atención pero diría que una de las jóvenes llevaba el tanga por fuera del tejano) y el comentario del Jefe, "buenas carrocerías", corroboró que el espíritu de 'Cars' había hecho mella en el personal, al menos el masculino, de sabido más propenso a la cuestión automovilística.

Estas son las noches de estreno de mi cine preferido.