viernes, mayo 05, 2006

Misión: Imposible III

Viernes.
 

Estreno en mi cine preferido, síncrono, salvada la diferencia horaria, con los USA.

Cuando el jefe se suelta el pelo, los 'heavies' parecen 'cabezas rapadas'.

Mi taquillera favorita sonreía tras la ventanilla. No me engañé pensando que era por verme y me bastaron dos minutos para confirmar lo intuido: era porque había visto de escapada por la sala a Tom Cruise vestido de curita y paseando por el Vaticano... "¡Ah!, que guapo", fueron las palabras que acompañaron el suspiro que dejó ir como broche de su exposición. "¡Caramba!", se me escapó, "lo que hace un hábito, que no una costumbre". "Es lo que hay, cuestión de percha", remachó mientras abría un nuevo paquete de programas de mano. Un compañero de estudios, ahora padre de familia respetable, comentaba rajando que "con capucha, no hay mujer fea". Aquí y ahora, según parece, con sotana algunos están guapos. Cuestión de puntos de vista, de trapitos y de dónde se llevan puestos. Como no tenía el cuerpo para oír más comentarios al respecto del paseante vaticano, me fui a la sala.

Mi taquillera favorita subió en plena persecución nocturna de dos helicópteros entre un bosque eólico de molinos de viento alternativamente energéticos. La puse al corriente de lo que había pasado hasta el momento y retomó rápidamente el hilo de la trama, comiendo a dos carrillos y bebiendo con discreción para no taparse la pantalla con la botella de agua, que no quería perderse detalle. Ya no tuve que explicarle nada más... ella se hizo cargo del resto de la trama, no sin dejar ir exclamaciones de asombro en algunas de las escenas urbanas (¡qué bonito!) y otras emisiones satisfactorias cuando correspondía (¡qué guapo!).

A cinco butacas nuestro, a la izquierda, una pareja hablaba animadamente de sus cosas mientras miraban la pantalla y sorbían sus refrescos. Iban sobrados para la trama de la película y aprovechaban su excedente de procesador para comunicaciones locales en abierto, si bien podrían haberlo hecho en codificado porque enterarnos de lo que hablaban no invitaba precisamente a seguir escuchando. Cuando la acción aumentaba el sonido ambiente, ellos, concretamente él, subía el volumen de voz hasta el punto de que resultaba irritante. Como no pintaba que se les acabara el tema de conversación y la idea de aguantar tamaño chaparrón de interferencias durante lo que quedaba de película más que desmotivadora era deprimente, mi taquillera favorita se acercó hasta ellos y les invitó a que fuesen más reservados en sus emisiones conversacionales.

Aplacado el frente siniestro de interferencias, nos volvimos a concentrar en la película... que la trama da vueltas de tuerca y has de estar a la última para no considerar 'amigo' a quien ya no lo es. Poco dura la alegría en casa del pobre. Cuatro filas más abajo, a la derecha, otra pareja empezó a tontear con el móvil. Igual llevaban tiempo pero no nos dimos cuenta hasta que los de la izquierda se civilizaron. Los del móvil, aparte de los 'jo, jo, jo' y 'ji, ji, ji' que intercambiaban nivelados con el sonido ambiente, lo tenían encendido, no sé si para mirar la agenda o, a saber misterios de la incontinencia, para realizar alguna compulsiva votación por SMS. Esta vez me tocó a mi bajar para reconducir su comportamiento, acústico y lumínico, hacia uno menos interferente.

Dado que la película es larga, 126 minutos, aún pudimos ver una buena parte sin padecer más molestias.

Misión imposible en el cine:

  • Poder ver una película sin otros ruidos, sonidos o reflejos ajenos a la película que no sean propios de uno o de quienes acompañan. Sentirse como en casa no ha de suponer molestias para con los que están en la vecindad. O... ¿es que sentirse como en casa consiste precisamente en molestar?

Acabada la película, mi taquillera favorita se levantó, se sacudió la falda de migas y sentenció: "La mejor de las misiones y, por supuesto, mejor que 'La guerra de los mundos' del Spielberg". El cine es intercambio de opiniones, así que respondí, inquirí: "Mejor que la segunda pero ni tanto así como la primera. Sin embargo, misiones aparte, ¿Qué tiene que ver 'Misión Imposible III' con 'La guerra de los mundos'?". Su respuesta fue certera, casi letal: "Tom Cruise. Aquí es él. En 'aquello' no sé bien quien era". A veces, en opiniones, no hay que hurgar demasiado que para gustos, los colores, pensé, evitando así entrar en un pozo de comentarios sin fondo (el pozo, no los comentarios). Fue ella misma la que sacó la pelota fuera del área: "¿Te has fijado en que la mujer de Ethan Hunt (Tom Cruise) se da un parecido a..., ¿cómo se llama?, bueno, es igual, a la mujer de Tom Cruise?". ¡Ah!, esta sí que me la sabía. "¿Katie Holmes?", propuse. "Eso, eso, la actriz que hace de mujer se da un parecido a la Holmes", remató mientras bajaba las escaleras para volver a la taquilla y ultimar el cierre. Yo me quedé en la butaca, anotando en la agenda, para que no se me olvidara para cuando la crónica.

Es dura la vida del cronista cinematográfico pero, no nos engañemos, podría ser peor: podría estar lloviendo.