miércoles, agosto 23, 2006

Garfield 2

Mi taquillera favorita no estaba para gatos: "sin noticias de mis maletas y ya hace tres semanas que volví de las vacaciones", me comentó con halo triste mientras ordenaba los pálidos programas anunciadores del estreno programado por el Jefe para la próxima semana. "Lo de 'sin noticias de mis maletas' es porque la próxima película es de Agustín Díaz Yanes", le pregunté al eco de su comentario. "No te hagas el intelectual que no te pega", respondió esbozando un asomo de sonrisa, " 'sin noticias de mis maletas' es porque ya las doy por perdidas, por mal perdidas". Cambié de conversación porque el sendero de las maletas conduce, con la participación del portero, a estivales disquisiciones parlamentarias sobre dimisiones electoralistas, ordenadas acciones presupuestas y oportunistas competencias nacionalistas: un buen gato con dos largas colas. "Por cierto, ¿qué ha sido de los rosados programas?. ¿Serán ahora pálidos, como estos?", lancé al éter del cambio de conversación. "Sí, por de pronto hasta Septiembre", dijo aceptando el envite de cambio. "¿Y, luego?", inquerí curioso. "Luego, ya lo verás", remarcó con tono interesante.
 

Mi taquillera favorita no estaba para gatos y no me extrañó que no se comprometiera demasiado cuando llegó la hora de dejar nuestra conversación ante el inicio de la proyección: "ya subiré, que tengo que hacer unas llamadas telefónicas". Discreción es mi lema, así que no entré al quite de qué llamadas tenía que hacer.

'Sin demasiadas noticias', pensé cuando la ví subir hacia dónde me encontraba. Las llamadas telefónicas habían sido breves o, ¿quién sabe?, el Jefe ha puesto una línea telefónica de alta velocidad. :-) (¡Qué cosas se me ocurren!). Discreción es mi lema, así que ni se me ocurrió hacerle comentario al respecto.

La puse rápidamente en antecedentes de lo que había pasado por pantalla y no tardó mucho en preguntarme: "¿Es dibujo?, se ve muy natural y simpático". Poco pude aclararle, los gatos no son lo mío, pero allí estábamos los dos, sobrellevando la película: los personajes humanos son meros floreros argumentales en una trama inspirada en conocidos cuentos pero, ¡qué caramba!, los animales salvan el pelaje y los gatos se quedan con uno; no para hacerle cambiar de opinión al respecto de los auténticos sino para hacerle mirar con atención y, un amago de diversión, sus movimientos, gestos y comportamientos.

Garfield tiene su gracia, más visual que espiritual, y para una estancia de 80 minutos en una refrescante sala cinematográfica se hace llevadero. Y cuando salen los dos gatos, el entretenimiento aumenta pues se puede uno recrear en los detalles de cada uno de ellos. Es que este Garfield, con sus pícaras orejillas y su socarrona mirada de satisfacción, se deja observar. Posiblemente, él sea consciente de ello y se contonee con regodeante premeditación, cual satisfecho artista lleno de sí mismo.

"El gato, lo mejor", resumió certeramente mi taquillera favorita mientras se levantaba para bajar al vestíbulo una vez acabada la película. "Y no es muy larga, con lo que no llega a hacerse pesada", añadió mientras recogía la butaca. No está mal la valoración, tenida cuenta que ella es más pro-canina que pro-minina.

Ni mata, ni engorda. Ni chicha (bebida alcohólica que resulta de la fermentación del maíz en agua azucarada, y que se usa en algunos países de América), ni limonada (bebida compuesta de agua, azúcar y zumo de limón). Pero se deja ver. ¿La clave?. Varias: orejillas, ojillos y patitas en general y Garfield en particular.