sábado, junio 03, 2006

Déjate llevar (Take the lead)

(Prólogo)
 

"Sólo he visto un trozo, un tango, y bien bonito. La película la veré ahora...", comentaba mi taquillera favorita a una clienta.

Mientras la clienta se dirigía hacia el portero, mi taquillera favorita siguió conmigo. "Ella lleva un vestido largo que se abre como una cortina y le queda recogido en un lado, a modo de cola que realza los movimientos del baile; es una monada", completó para mis oídos mientras ordenaba metódicamente el paquetito de programas de mano del próximo programa ("éstos, seguro que se quedan dónde los deje, hoy nadie los toca", me había dicho hacía unos segundos, justo antes de que llegase la clienta que había desencadenado la conversación del vestido).

"¿Y el Banderas?", pregunté conciso.

Me miró, dió un golpecito con el paquetito de programas en el mármol de la taquilla, suspiró grácilmente y, suavemente, susurró: "¡Ah, está guapísimo!".

(Cuerpo de baile)

Era de recibo, con Antonio Banderas por la pantalla, que subiría tan pronto pudiera. Así ocurrió. Llegó, se sentó y ya no quitó los ojos de la pantalla. Su comentario: "mira se ve el micrófono moviéndose por la parte superior", me sacó de mi estado de abstracción (a veces me pregunto porqué entro a ver este tipo de películas aunque sé que la respuesta pasa porque a ella le encantan), me confirmó que estaba bien atenta a lo que acaecía por pantalla y que no se dejaba cegar por el renombre del hombre objeto de sus suspiros.

Cuando llegó la escena del tango, comprendí que ver es entender y que una imagen vale por mil, o más, palabras ("¿Has visto que baile tan bonito?", comentó sin dejar de mirar a la pantalla) y, al igual que los escépticos alumnos de la pantalla, me dejé llevar por lo que veía: ¡Olé!, vaya tango de aires taurinos. Confirmado, hay un antes y un después del tango. Mi taquillera aún hizo unos cuantos comentarios más sobre el estilo de baile del Banderas. Yo me limité a asentir discretamente. Supongo que ella lo interpretó como que no quería distraerla con comentarios pero lo cierto es que no tenía mucho que alegar a lo que me decía dado que, para mi, durante el baile el amigo Banderas había desaparecido de escena. Es fascinante la capacidad selectiva del ojo humano.

El micrófono volante seguía haciendo apariciones al estilo guadiana. En estas que se nos unió el Jefe (él también degusta estas películas con los comentarios de mi taquillera favorita --yo aún diría más, me atrevería a decir que las programa a sabiendas de que le gustan--). Teniendo al Jefe a mano, fue cuestión de tres apariciones consecutivas del micrófono que lo convenciéramos para que volviera a la cabina a subir la imagen tanto como le fuera posible. Mano de santo, el micrófono, de existir, desapareció de nuestra vista para el resto de película. El Jefe quitó importancia al hecho: "Es que ahora, con las multisalas y sus pantallas 'cuadro' la ventanilla del proyector recorta por arriba y por abajo y seguro que no se ve; aquí como tenemos una pantalla grande se ve todo lo que hay en el fotograma". Bien, deduzco de sus palabras que las multisalas ayudan a reducir los costes de producción ya que permiten dar por buenos planos en los que el micrófono "entra en campo". Sin embargo, ¿qué pasa con la edición en DVD?. Bueno, esto ya forma parte de otro proceso de investigación que escapa al ámbito de la presente crónica.

El concurso de baile ofreció baile a diestro y siniestro, culminando en un innovador y atractivo tango a tres, mientras la música mutaba de baile de salón a hip-hop-mix, o algo así. Y en el último vals, la pareja se queda sola en la pista de su pensamiento. Lo comprendí fácilmente, ellos bailaban viendo su música o a su pareja; a mi me había pasado antes en el clásico tango a dos. Es fascinante la capacidad de discriminación de la mente humana.

Empezados los títulos de crédito de final mi taquillera favorita se levantó para bajar hacia la taquilla. Entonces, la película se puso visualmente interesante para mi. La pantalla quedó dividida en tres trozos, dos imágenes partidas en la parte superior y una zona de créditos deslizantes en la inferior. Las imágenes partidas empiezan como visión estereoscópica para irse desencontrando y encontrando conforme transcurre el tiempo y los créditos. Con tamaña composición visual, ni presté atención a la música que acompañaba. Es cierto, la vista es la que trabaja.

Acabado el efecto de imagen partida, los créditos y la música se adueñaron de la pantalla y de la sala. Plegué los asientos y descubrí bajo el que había ocupado mi taquillera favorita un botellín de agua sin abrir. ¡Se había comido el bocadillo sin beber ni gota, ni gota!. Lo que hace una película de baile. Recogí el botellín y lo bajé hasta la taquilla, dejándoselo en la parte interior de la ventanilla para que al día siguiente lo encontrara y dispusiera.

(Epílogo)

Mi taquillera favorita, las dos acomodadoras y la señora del bar comentaban la película mientras se procedía al cierre del local. Parecía un consejo de ministros de la época gloriosa: unanimidad en lo fundamental (la película les había gustado y el Banderas había estado muy en su papel) y discrepancia en los detalles (Banderas baila poco, Banderas habla poco, Banderas está mejor con el pelo hacia atrás o Banderas está mejor con el pelo cayéndole sobre los ojos). Sabedor de que debía cronicar lo que estaba acaeciendo ante mis ojos y oídos, metí cucharada verbal: "pasa que Banderas está discreto porque los protagonistas son el conjunto de jóvenes que bailan". Mi taquillera favorita no dejó pasar la ocasión: "una amiga mía, maquilladora de cine, me comentó que lo había maquillado en un rodaje y que es encantador y muy sencillo". ¿Qué más se puede añadir?. Yo también soy de Málaga.

Cerrado el cine, mi taquillera favorita expuso lo que seguía: "Vamos al estudio que mi amiga del alma está allí en una fiesta de cumpleaños, en el patio, y de paso vemos si tu amigo guionista ha terminado el rodaje de la escena de terrado que le faltaba para la película". ¡Dios mío!, pensé, justo la tarde que viene el actor de Madrid a rodar la escena íntima resulta que hay una fiesta en el patio con 'Opá, yo voy a hacer un corral' a todo trapo; verdaderamente, somos arcilla en las manos del destino. Ni miré el reloj, tan sólo me dejé llevar, eso sí, al estilo Dulaine, que lo tenía bien reciente.

En mi cine preferido las películas se ven y saben especial. No todo está en la película y el entorno (sala, personal y público) también juega su papel. Es el conjunto de todo ello lo que conforma la sensación que queda de una película.